Esta Historia ocurrida hace casi 100 años me la contó mi abuela Cándida, oriunda de la aldea “Llano de Ánimas” Amatitlán. Lo más seguro es que mi bisabuela “Coco” se la haya contado a ella, sucedió en 1939 y mi abuela nació en 1942.

     Cuenta mi abuela que por allá antes de mediados del siglo pasado, fue novedad la muerte de un hombre vecino de Amatitlán. Murió intoxicado en el Hospital San Juan de Dios de Amatitlán (el que todavía sirve y funciona). Una muerte más una muerte menos no tendría mayor novedad en el apacible Amatitlán de aquellos tiempos. La gran novedad fue que a medida que pasaron los días, se empezó a extender un rumor cada vez más fuerte, los vecinos aseguraban que la misma familia lo había envenenado.

     En esos tiempos del General Ubico, Amatitlán era un pueblo de casas pequeñas de adobe, habitado por campesinos y los dueños de la tierra. Ubicado a unos cuantos kilómetros de la capital, Amatitlán era por aquel entonces un lugar cercano y apetecible para el descanso de las clases acomodadas.

     El mismo Ubico mando a construir en piedra una casa de descanso. Una propiedad preciosa rodeada de árboles altos y viejísimos, de fondo la montaña y a un lado el lago. Muchas tardes de mi niñez las disfruté ahí. Hoy es el centro de capacitación Las Ninfas.

     Pero regresemos, el rumor cada vez más monstruoso era que la intoxicación de aquel campesino de nombre Bartolo,  había sido provocado por su esposa Mauricia en complicidad con los mismos hijos.

     Bartolo García Moran no se hubiera imaginado que aquel miércoles 15 de marzo era el último día de su rutina madrugadora que iniciaba a las 4 de la mañana. Salió a su faena diaria, a trabajar los terrenos que estaban a un poco más de un kilómetro de su casa, como siempre su hijo menor lo acompañaba.

     Félix de unos 15 años, era quien le ayudaba a cargar el azadón, la vianda del día y el tecomate que ese día llevaba el mortal brebaje. Ese día para Félix no era normal, estaba nervioso y con una sensación entre el agobió y la ansiedad. La noche anterior su mamá le había suplicado que no fuera a tomar del tecomate, que el agua tenía una pócima para el papá. Que si lo tomaba ahí mismo se quedaba para ver a San Pedro, el portero del cielo.

     El plan había sido hecho con semanas de antelación y aunque al principio Mauricia no quería involucrar a Félix, lo tuvo que hacer para evitar que tomara del Tecomate. El menor, cansado de las golpizas y abusos del papá, no mostró resistencia ni malestar. Al contrario, se sintió aliviado que al fin iban a vivir en Paz. Al parecer el maltrato de Bartolo era generalizado en la familia.

     El día siguió con normalidad, a eso de las 10 de la mañana se apareció Mauricia por el terreno para ayudar a Bartolo con la recolección de tomate. Al mediodía Bartolo exhausto por el trabajo busco el árbol al que se arrimaba siempre para tomar un poco de agua del tecomate. Se sentó en la sombra y se lo empino para calmar la sed en un solo trago.

     No duró mucho tiempo cuando empezó a dar alaridos por los dolores de estómago. Félix al ver a su papá como se retorcía del dolor, tomo el tecomate y lo destrozo contra el suelo.  Bartolo gritaba que Pedro Quezada lo había envenenado, Mauricia y Félix estaban pasmados con los gritos y las acusaciones que Bartolo hacía.

     Félix arrepentido de ver a su papá como se retorcía del dolor, salió a buscar a un médico. El médico que llegó ordenó trasladarlo de inmediato al Hospital de Amatitlán. La vida entera le pasó enfrente a Bartolo, recordó su niñez en orfandad y sus hermanos que hacía tiempo no veía. La tarde que conoció a Mauricia lavando en el rio, la preocupación de dejar a su hija mayor con un tipo que no le agradaba, las amenazas de Pedro, los cultivos, en fin todo lo que hizo y todo lo que quiso y no pudo. A pesar de los esfuerzos que se hicieron en el Hospital, Bartolo falleció a las 4 de la tarde.

     Los médicos que examinaron los vómitos y las vísceras concluyeron que había sido envenenado con un garrapaticida que contenía arsénico. Sin saber que había sido asesinado por la misma familia, el comisario de Amatitlán inició las investigaciones tratando como sospechosos a los enemigos de Bartolo.

     El primer investigado fue Pedro Quezada, quien en varias oportunidades había amenazado de muerte a Bartolo. Esto era de conocimiento de la comunidad y las acusaciones de envenenamiento fueron respaldadas por la misma Mauricia. La casa de Pedro fue cateada en busca de evidencia, pero la policía no encontró nada.

     En el pueblo las personas empezaron con las murmuraciones. Se decía que Mauricia tenía un amante con quien había planeado todo, esta hipótesis fue descartada al hacer un careo entre Mauricia y el supuesto amante. Otros decían que el asesinato era consecuencia de los malos tratos que Bartolo le daba a Mauricia y sus hijos.

     También circulaba el rumor que todo había sido tramado por el novio de Rogelia, la hija mayor del matrimonio. El novio era  Francisco García, un joven ambicioso a quien acusaban de querer quedarse con varios terrenos que Bartolo tenía alrededor del lago de Amatitlán.

    La familia de Bartolo empezó a ser interrogada, la primera fue la hija mayor, Rogelia. Ella se limitó a decir que un día antes su papá había ido a la farmacia Aguilar a comprar varias pastillas. Se las había tomado y después se había emborrachado, que seguramente era lo que le había sentado mal. Mentía.

     Rogelia se había enterado del plan porque semanas atrás le había parecido sospechoso que su mamá y su novio hablaran tanto, en algún momento los sorprendió cuchicheando  e inmediatamente callarse al ver que ella se asomaba. Al principio pensó lo peor, que quizás su madre tenía un amorío con él, pero se sintió aliviada al enterarse del plan. Además del maltrato que siempre había recibido, su relación con Francisco nunca fue aprobada por Bartolo.

     Quien terminó confesando todo fue Félix, no aguantó la presión de los interrogatorios y contó como un día antes su madre le había rogado que no tomara del tecomate o también se moriría. Con todo descubierto, tuvieron que confesar. Mauricia se justificó diciendo “estaba aburrida de tanto leño” aseveraciones que fueron respaldadas también por Rogelia.

     La familia entera fue llevada a juicio y condenada. Rogelia y Félix a 10 años de prisión en la correccional de menores. Mauricia y Francisco García fueron condenados a la pena de muerte. Se cuenta que solicitaron al General Ubico un recurso de gracia para conmutar  el fusilamiento, pero el Presidente lo negó.

      El 01 de agosto a las 6 de la tarde Mauricia y Francisco fueron fusilados. Mauricia tenía 44 años y pasaba a la historia como la primera mujer fusilada en Guatemala.

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